Tasa de Positividad
El enamoramiento de una métrica estéril.
Trasfondo
Hablemos de hechos. El peor momento de la pandemia en Puerto Rico, en términos del nivel de transmisión epidémica, ocurrió cerca del 7 de noviembre de 2020, días luego de las elecciones generales. En ese momento la tasa de positividad promedió 9.4%. En el peor momento del 2021, por ahora, promedió 8.6% cerca del 8 de abril, un punto donde hay consenso sobre su superioridad epidémica en comparación al pico del año pasado porque superó el promedio diario de casos y porque se superó en tan solo una tercera parte del tiempo que tomó alcanzar el pico anterior. On otras palabras, está claro que el nivel de transmisión era superior pero el Departamento de Salud, junto a otros analistas y estadísticos, insisten en utilizar la tasa de positividad como si fuese un índice de transmisión. La discrepancia es simple: la tasa de positividad no es un índice de transmisión ni debe utilizarse con ese propósito. Es solo un índice de respuesta sanitaria.
Si los números de la tasa de positividad compartidos aquí le parecen más bajos a los informados por los medios y el Departamento de Salud, es normal ya que ahí comienzan los problemas con esta métrica. La raíz del problema comienza por lo que la tasa de positividad es en realidad.
Pilares Epidémicos
A los medios de comunicación les fascina reportar la métrica de tasa de positividad, y al igual que muchos que las comparten, la tratan como absoluta y como medida de nuestro estado de situación. Infieren que es una medida de incidencia o análoga al nivel de transmisión. Eso es un grave error y las justificaciones para ese uso no dejan de sorprender.
La tasa de positividad no es una medida de incidencia, y no es una medida ni de contagios ni de contagios detectados (casos). Solo evalúa, de forma relativa, nuestra capacidad de realizar pruebas y detectar contagios. Nuestra capacidad para realizar pruebas es parte de nuestra Respuesta Sanitaria, un pilar epidémico que es responsabilidad del estado. Sus alertas solo deben interpretarse como alertas de eficiencia o deficiencia administrativa.
Para complicar el asunto, hay 3 métodos reconocidos de hacer este cómputo. Si la meta es obtener la tasa más cercana al valor real, el método 3 es la mejor opción pero la más compleja de ejecutar ya que requiere que el estado maneje sus estadísticas a base de casos únicos y no todas las jurisdicciones así lo hacen. Ver https://www.cdc.gov/coronavirus/2019-ncov/lab/resources/calculating-percent-positivity.html
Puerto Rico clasifica sus casos de forma única, donde un paciente positivo a COVID-19 se cuenta una sola vez sin importar el número de pruebas que se realice. Por lo tanto, contamos con el dato estadístico para realizar el cómputo de la forma más precisa de las tres opciones. Además, contamos de igual forma con datos únicos para resultados de pruebas de antígeno. Aún así, algunos estadísticos insisten en utilizar su forma más simple e imprecisa.
El problema mayor es que no está estandarizada a través de las jurisdicciones en EE.UU. y por ende hay tanta variabilidad que la hace inservible como métrica comparativa fuera de la jurisdicción que se utiliza. A eso le añadimos que cada jurisdicción se ha asignados sus propios niveles de alertas y sin justificación científica de las mismas más allá de tratar de usar lo que la mayoría utiliza.
No hay duda que es una métrica de impacto, en especial cuando logra pintar un mapa de rojo como alerta a una situación grave ya confirmada por otros métodos de medición de incidencia y crecimiento epidémico. En un mundo donde los medios web batallan por lograr más clicks que la competencia, es fácil entender por qué a los medios les encanta reportar esta métrica, aún cuando no tiene uniformidad ni valor de por sí sola, infiriendo o deduciendo una analogía a estado de situación epidémica, lo que no es.
Los contagios son función de exposición. Las hospitalizaciones son una función de contagios. Las muertes son una función de hospitalizaciones. Ninguna es función de tasa de positividad.
La tasa de positividad se puede utilizar como parte de un sistema de alerta para la ciudadanía cuando la región esté perdiendo, o ha perdido, capacidad de detectar infectados, y a medida que este número es más grande, son más los contagios que se nos escapan de la detección, alejando los contagios detectados de la realidad.
Esta tasa nos puede dar una medida de la exactitud del contagio medido. La única razón por la cual la tasa de positividad es utilizada como índice de transmisión comunitaria es por tradición, porque “así se ha hecho siempre” y se acepta como tal sin cuestionamiento y se utiliza por sí sola para modelaje matemático de los efectos de contagios como hospitalizaciones y fallecimientos en lugar de modelarlos a base de la causa raíz de estos.
La tasa de positividad tiene dos usos prácticos importantes. Debe utilizarse como la nota del estado en cumplir con la obligación de medir la cantidad de contagiados en su región. Un número alto se interpreta como una deficiencia administrativa de la capacidad de la respuesta sanitaria del gobierno. Si tenemos “F” en la tasa de positividad, la “F” es del gobierno. En esa línea, Crecimiento Diario de contagios es la nota del ciudadano de su comportamiento, pero ese es otro tema paralelo a este.
Un segundo uso práctico de la Tasa de Positividad es utilizarla como mecanismo de ajuste a los contagios detectados, a lo que llamamos casos o casos únicos. Aunque es posible estimar la incidencia real a base de positividad, un uso práctico y sencillo nos permite la evaluación relativa de la incidencia. Por ejemplo: una incidencia diaria de 100 casos con positividad de 10% es mayor que una incidencia diaria de 100 casos con positividad de 1%. La tasa de positividad nos dice que los 100 casos diarios al 1% de positividad es más cercano a la realidad que los 100 al 10%. También nos dice que 100 casos al 10% es una incidencia superior a 100 al 1%. O sea, nos permite comparar incidencia normalizando por positividad. De esa forma la positividad es muy útil en el contexto de incidencia y permitirnos comparar “manzanas con manzanas”. Un tercer uso puede ser utilizar la tasa de positividad como medida de exactitud de los contagios detectados — a mayor tasa de positividad, menor la exactitud del dato.
Otro ejemplo práctico de la tasa de positividad es combinarla con la incidencia diaria y el crecimiento porcentual diario. De esa forma podemos comparar el Impulso Epidémico, una medida relativa del nivel de transmisión, a través de diferentes fechas.
Conclusión
La tasa de positividad debe ser abandonada como métrica de estado de situación, en especial si se presenta sola y sin contexto. Por sí sola es una métrica estéril y manipulable fuera del contexto de incidencia diaria, crecimiento diario o con la salvedad de que lo que se mide es nuestra respuesta sanitaria — el rendimiento del ESTADO en medir la incidencia de su población. Su utilidad debe ser (1) lograr el número de pruebas necesarias para mantenerla lo más baja posible, (2) para estimar la incidencia verdadera de contagios como medida de ajuste de casos únicos, (3) o como medida de exactitud de la incidencia medida.
Para cada tarea debe existir una herramienta apropiada. No podemos pretender apretar tuercas con un destornillador.